La imaginación sentimental

Escribo para posar mis pies en el borde del abismo que separa la realidad y las imágenes imaginadas. Allá a lo lejos, percibo formas, escenas e incluso emociones asociadas a esas escenas. Puedo vislumbrar en lo más profundo de mis sentimientos la sorpresa y a la vez la familiaridad de dichas imágenes nunca vistas, pero que no dejan de ser recreaciones hijas de mis propias vivencias y anhelos.

Circunscribo un círculo dentro del cual puedo conservar la lucidez de lo que percibimos como real y rutinario. Pero al encender los motores de la imaginación y emprender el vuelo a través de las nubes de los sueños, traspasando aquella línea débil y tenue del círculo imperfecto dibujado, es como poner música a aquella escena de una película en la cual la atmósfera permanece banal y hastía hasta que no suenan las primeras notas musicales que visten y a la vez desvisten dicha realidad. La visten porque la dotan de elegancia, de magia, de belleza y de sutil erotismo, de discreción y de cierta locura, de pasión salvaje y de paz taciturna. La desvisten porque muestran la realidad real y verdadera, porque aquello que vemos como realidad, falsa y parcial, posee en sus entrañas, latentemente escondida la otra parte de la realidad, la mágica, musical y eterna. A simple vista, es imposible percibirla, pero necesitamos añadir un sentido más a nuestros sentidos, para dotar de sentido a la percepción sentida de nuestro entorno verdadero. Porque el sentir es más grande y está a un nivel, digamos, superior al del resto de los sentidos. Este nuevo sentido poderoso no es más que la imaginación sentimental. Sentimiento creativo en estado puro. Describámoslo a través de una semejanza. Es como un dispositivo que es capaz de percibir el rango de longitudes de onda que el ojo humano no puede, el espectro invisible. Esa región del espectro electromagnético está ahí, a pesar de que no la vemos. Sin embargo, tenemos en nuestro poder una especie de dispositivo, un sentido más que los comúnmente conocidos, una herramienta poderosa con energía desbordante y bella.

Hace rato, me incliné demasiado hacia adelante y despegué los talones del borde del abismo, lo suficiente como para caer como una cascada en el abismo de la poética imaginación, remansado, en estado líquido y fluyendo hacia un destino desconocido. Pero ahí reside parte de la esencia de dicho viaje: el dinamismo, la inmutabilidad, lo bonito y lo presente. Estabilidad flotante y levedad. El recorrido es como un organismo vivo, que va floreciendo y mutando conforme avanzo por los cauces de la imaginación sentimental.