«Cuando la travesía emprendas hacia Ítaca, pide que sea largo tu camino, lleno de aventuras, pleno de saberes.»

Buah, así empieza el maravilloso poema Ítaca, del griego C. P. Cavafis y publicado en el año 1911. Mensaje sencillo a la vez que profundo. Decían por ahí, acertadamente, que el argumento de una historia es necesario. Nos lleva de aquí hacia allí. Pero también es importante el cómo. Escribió David Bowman en Zenda que «Todo libro, sea el Quijote, sea la Teoría de la Relatividad, esconde un viaje que planifica el autor, pero que ejecuta el lector.» Así en la vida como en la literatura, el secreto está en el viaje, aunque a veces nos obcequemos mirando demasiado hacia el horizonte, hacia la meta, hacia nuestra Ítaca. No estoy diciendo nada nuevo, de hecho, este tema está trilladísimo. No obstante, si no has paseado tu mirada por los versos de Cavafis, te recomiendo que lo hagas, ya que invita a reflexionar de una forma humilde y bonita. 

Lo mejor de todo, es que el viaje a Ítaca depende de la persona que emprenda el viaje, de la persona que se meza por las palabras escritas en el poema. Ítaca transmuta y todos somos Odiseo. Quizás la paradoja y la clave, a su vez, del mensaje que lanza Cavafis es que el viaje, que a priori es de vuelta, realmente es un viaje de ida. No tengas prisas por llegar, enriquece tu alma con cada paso que des. Esa riqueza te la dará el camino, no te la dará Ítaca. Vive y ama con alegría y esfuérzate.

En el clásico esquema del viaje del héroe, tan diversamente explotado en la cultura popular, reside cierta sabiduría ancestral. Ya podemos vislumbrarlo hermosamente representado y con gran maestría en la fabulosa Odisea de Homero, una de las mejores y más célebres obras de la literatura universal. La fórmula se ha repetido a lo largo del tiempo. Es una sustancia innata, adherida al género humano, perenne. Nuestra vida es un viaje, a nivel particular. Y nuestra historia también es un viaje, como humanidad.

Ahora más que nunca es imprescindible valorar el viaje a Ítaca. Y aunque en un primer momento el viaje era corto, a Ulises se le hizo más largo de lo que le hubiese gustado. Eso sí que es dar un rodeo y lo demás son tonterías. Pero en nuestra vida, lejos de tener toda nuestra trayectoria vital premeditada y perfectamente trazada, los designios de la diosa Fortuna son los que son, es irremediable que nos acometan situaciones imprevistas. Aunque ahí también está la chicha, opino. Y en la sociedad de la inmediatez y de lo superfluo en la que vivimos actualmente, acudir a los clásicos es esencial. Ahora que los libros de autoayuda se venden a mansalva, acudir a una buena obra escrita hace más de dos mil años por personas que tenían los mismos problemas que nosotros es necesario. Porque esas obras se siguen leyendo aún hoy por algo. Y sí, la Odisea es, entre otras cosas, un libro de autoayuda si quieres llamarlo así. Y Sobre la brevedad de la vida de Séneca, también. Y Meditaciones de Marco Aurelio, ni te digo. Aprendamos y disfrutemos. Somos las historias que nos contamos. 

«Ítaca te brindó el espléndido viaje.
Sin ella no te habrías puesto en camino.
No puede ya ofrecerte nada más.

Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó.
Con la sabiduría que has alcanzado, con tu experiencia,
ya habrás comprendido qué significan las Ítacas.»